Una sesión de Reiki consiste básicamente en canalizar energía hacia nosotros mismos o hacia otra persona. Esta canalización puede hacerse hacia un lugar específico o bien a través de una recorrida por el cuerpo entero de una persona, dependiendo de lo que la intuición nos indique.La mayoría de los tratamientos se hacen con el receptor acostado, y si es necesario, cubierto con una manta. El reikista va colocando sus manos (tocando o aplicando a unos centímetros del cuerpo) empezando por la cabeza y terminando en los pies. Cada posición de las manos es mantenida durante unos minutos sobre el lugar. A veces se da de frente y espalda, o se reparte durante las diferentes sesiones del tratamiento. El receptor siempre está vestido, no se administra ningún tipo de sustancias y las posiciones de las manos son siempre sobre zonas que no vulneran la intimidad de la persona.
Es fundamental la armonización del lugar, que como mínimo debe estar limpio, ordenado y con luz tenue, y es muy conveniente utilizar música de relajación. Inciensos, velas y demás son pequeños lujos no imprescindibles. El reikista invita al receptor a relajarse, a concentrarse en su respiración y a dejarse llevar o meditar, si tiene práctica en ello.
Durante la sesión el receptor suele sentir una profunda relajación. Muchas personas se quedan dormidas, cosa que no influye para nada en el resultado final. Y en la zona concreta donde se están colocando las manos, suele sentirse un "cosquilleo", calor o frío según la energía fluye a través de tu cuerpo. Muchas personas ven colores, experimentan una sensación de "flotar", o sienten emociones que salen a la superficie.
El reikista generalmente siente al canalizar un calor o un cosquilleo en la corona de la cabeza. Esto es debido a que la energía entra por el chakra coronario, el centro energético que nos conecta con Reiki. Durante la sesión, la energía fluirá “dentro” del reikista y “pasará” por el canal que ha sido abierto hacia el receptor. Por ello, ambos están recibiendo energía universal, y para el iniciado dar Reiki es tan beneficioso como atesorarlo en un autotratamiento.
A modo de tratamiento, se recomienda una serie de 4 o 5 sesiones no muy distantes unas de otras. En la mayoría de los casos ese numero de sesiones es suficiente para experimentar resultados tangibles, que pueden llegar a apreciarse en seguida, o días después de haber finalizado el ciclo. Cuando damos reiki, aunque no sintamos demasiado el fluir de la energía, debemos confiar en que, si seguimos las instrucciones de nuestro maestro, hemos canalizado correctamente y que Reiki queda actuando en el cuerpo del receptor, por lo cual no hace falta repetidas e interminables sesiones.
Crisis de sanación, crisis curativa o reacción radical
La canalización de Reiki produce una intensa activación de los procesos naturales de autoequilibrio físico y emocional, lo cual puede llegar a dar lugar a lo que se denomina crisis de sanación. No siempre sucede, pero debemos estar atentos a ello. La crisis curativa es algo así como una expulsión simbólica que el cuerpo hace de los bloqueos, o de las energías negativas que los producen. Cuanto más arraigada esté una dolencia física o espiritual en nosotros, más fuerte puede llegar a ser esta reacción.
Esta expulsión suele manifestarse como diarrea, sudoración excesiva, tristeza o angustia, alguna sensación de temor repentina, intensificación momentánea de los síntomas de una enfermedad, etc. En general, como algo que puede no molestarnos necesariamente, pero que sentimos como “fuera de lugar”. Es un fenómeno que, se considera, sobreviene como resultado del esfuerzo que ejerce nuestra propia fuerza autocurativa para imponerse al problema.
Es importante tener en claro que este agravamiento o expulsión es una manifestación positiva que nos indica que el proceso de armonización y limpieza está en activo.
La forma de proceder durante una crisis curativa es muy clara: debe advertirse al receptor que, lejos de preocuparse, debe continuar con los tratamientos de Reiki o incluso incrementar las sesiones, dado que esta crisis es un indicativo claro de que vamos por el buen camino.

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